15 Feb LA VICTIMIZACIÓN SECUNDARIA EN ADULTOS
Las consecuencias de un delito para una víctima puede tener diversos grados y no dependen solamente de cual haya sido la gravedad del delito que padeció, sino también de cuál sea su situación personal, la reacción del entorno social y familiar y sobre todo, del trato que recibe por parte de aquellas personas a las que solicita ayuda: la policía y los organismos de administración de justicia.
Se ha demostrado que la participación de la víctima en los distintos actos procesales, o la repetición de algunos de ellos, incrementa muchas veces sus problemas tales como la pérdida de tiempo, faltas laborales, frustraciones, etc. y que con frecuencia esas intervenciones constituyen una verdadera segunda victimización por el estrés que significa relatar lo sucedido reiteradamente, por el trato inapropiado que recibe, por la confrontación con el imputado, por la falta de un acompañamiento adecuado, etc.
La víctima sufre a menudo un severo impacto psicológico que se añade al daño material o físico en el que ha consistido el delito. La vivencia criminal se actualiza, revive y perpetúa en la mente de la víctima, así como la impotencia que la victima siente ante el temor a que éste se repita, lo que produce una prolongada sensación de angustia, ansiedad, depresión, etc. El abatimiento genera en la victima asombrosas reacciones psicológicas, producto de la necesidad de explicar un hecho traumático como el injustamente padecido, que dan lugar a complejos de culpa, como la propia atribución de la responsabilidad o autoculpabilización.
La sociedad misma, de otra parte, estigmatiza a la víctima. Lejos de responder con solidaridad y justicia, la etiqueta o marca, respondiendo con vacía compasión, si no con desconfianza y recelo. (¿Qué habrá hecho para que le sucedan cosas como esta?, “Ella quería”, “Está tan normal después de lo sucedido”, “No se defendió”). La víctima queda “tocada”, es la “perdedora”.
La victimización produce, pues, aislamiento social y marginación que incrementará en lo sucesivo el riesgo de victimización, haciendo más vulnerable a quien padeció los efectos del delito.
En efecto, a corto plazo la victimización modifica los estilos y hábitos de vida de la víctima, afecta negativamente a su vida cotidiana y doméstica, a sus relaciones interpersonales, actividad profesional, social, etc.
Dentro de las consecuencias psicológicas de la victimización secundaria, sumada al impacto psicológico inicial del propio delito (victimización primaria) y a la falta de apoyo y atención esperada, provocan diferentes trastornos psicológicos entre los que destacan, principalmente: Estrés postraumático, Aumento en hábitos de adicción, Pérdida de motivación y autoestima, Nerviosismo e irritabilidad, Apatía, Ansiedad, Problemas de concentración o para mantener la atención, Sensibilidad a la crítica llegando a la hipersensibilidad, Miedo y/o sensación de amenaza, Aparición de sentimientos de injusticia y rabia, Frustración, Inicio de cuadros depresivos, Fobias, Conducta de aislamiento o evitación, Hostilidad, Impotencia y Tendencias paranoides y suicidas.
Del mismo modo, estos trastornos se ven acompañados de otros de tipo funcional o psicofisiológicos tales como: Trastornos orgánicos funcionales y del sueño, Enfermedades psicosomáticas, Cefaleas y Efectos cardiovasculares y/ o gastrointestinales, entre otros.
Es importante prevenir la victimización secundaria como un fin del procedimiento judicial y social para evitar el sufrimiento de las víctimas.
Autora: Jazmine López Fernández