15 Feb Psicología educativa y del desarrollo Flirteo adolescente en tiempos de COVID
La adolescencia es un tiempo de cambios, de transición hacia la adultez.
Los adolescentes comienzan a ver cómo sus cuerpos se transforman, sus normas sociales se modifican, las expectativas que tienen otras personas sobre ellos cambian, así como ocurre con sus deseos y responsabilidades.
Lo mismo sucede con su sexualidad. Se produce el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios desde la pubertad y con ello comienza a forjarse la identidad sexual adulta, la cual incluye la orientación sexual. Es decir, surge el deseo sexual, el deseo erótico en su versión adulta. Es entonces cuando ciertos estímulos, como los mencionados caracteres, toman un cariz erótico.
Así, los adolescentes pueden empezar a disfrutar de todas las fases de la respuesta sexual humana: deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución.
El flirteo en la adolescencia
En esta marejada de cambios, la exploración del mundo y el cuestionamiento de la visión hegemónica adultocentrista se convierten en los ejes de la búsqueda de la propia identidad y la forja de una personalidad única. Para navegar en este revuelto mar, los amigos se perfilan como los mejores camaradas posibles y los padres, madres y demás adultos se convierten en buques de rescate a los cuales recurrir cuando el envite de las olas pone en peligro la integridad del casco.
En esta nueva exploración del mundo ensayan conductas para poner a prueba los límites (normativos, morales, físicos, sociales, etc.). Estos son experimentos para valorar qué caminos tomar. Se trata de una aproximación a lo que consideran que quieren ser como personas adultas, para lo cual suelen emplear el método de ensayo y error, que consiste en llevar a cabo una acción y comprobar el resultado a posteriori.
La búsqueda de sensaciones nuevas a nivel sexual, corporal y socioafectivo les lleva a entrar en contacto con sus pares en espacios de intimidad en un formato que les resulta desconocido.
Se encuentran en un espacio del que han oído hablar, han visto vídeos o han leído artículos y sobre todo un espacio del cual tienen expectativas creadas que tratan de cumplir. Es decir, se desenvuelven como han aprendido recopilando información de diversas fuentes como son las conversaciones con amigos, las clases de educación sexual, la familia, Internet, las redes sociales o el porno.
¿Cómo es este espacio de intimidad desde marzo de 2020?
Entramos en el espacio de la intimidad en tiempos de COVID, el cibercortejo o flirteo online. Sobre todo al principio, se vio restringido y acotado al mundo virtual.
En los últimos 20 años, el mundo virtual ha ido ganando terreno en la socialización y el flirteo. Al comienzo se empleaban chats de Internet, llamadas telefónicas o mensajería instantánea. Poco a poco fueron surgiendo redes sociales en las que compartir contenido sobre gustos y experiencias vitales. Éstas también eran (y son) empleadas para conocer gente nueva y ligar.
Tras esto surgieron otras especializadas en el intercambio sexual. El protagonismo de las redes sociales ha aumentado considerablemente debido a la evolución de los Smartphone, ya que permiten llevar en el bolsillo una herramienta con la que mantener relaciones sociales, compartir contenido, conocer a nuevas personas y tener prácticas sexuales virtuales y físicas.
Pues bien, estas redes de socialización virtual han sido el principal escenario de contacto social en los primeros meses de pandemia. Esto ha permitido que los adolescentes hayan podido mantener encendida la llama de las relaciones de amistad, de amor y de sexo compartido. Lo cual es una gran noticia porque están en el momento de experimentar con otras personas diferentes maneras de ubicarse en el mundo como seres sexuados maduros.
¿Y si no hubiesen existidos redes sociales en la pandemia?
¿Quién sabe cuáles hubieran sido las consecuencias de reprimir de golpe esta necesidad de apertura a los demás y a nuevas experiencias? Seguramente hubiera salido el tiro por la culata, llevando a malestar psicológico, social y emocional, conductas disruptivas o desadaptadas con mayor frecuencia y gravedad que las que ya comenzamos a observar en clínica derivadas de la pandemia.
En cualquier caso, el cibercortejo está muy presente en la vida de los adolescentes, especialmente desde el citado mes de marzo de 2020. ¿Y cómo es este flirteo?
Gran parte de los adolescentes está presente en redes sociales genéricas (no orientadas al flirteo) en las que comparten contenido de todo tipo. Este contenido suele ser en formato de vídeo y foto, pudiendo ser visible por terceras personas. Estas redes permiten la interacción con el contenido de otras personas y, en muchas ocasiones, comentarlo públicamente o señalarlo con un “me gusta” sirve para comenzar a entablar una conversación por mensajería privada dentro de la propia aplicación. Estas interacciones son empleadas, frecuentemente, como señales de interés sexual por el protagonista del contenido.
Estos encuentros virtuales permiten que se conozcan e intercambien impresiones antes de exponerse físicamente ante una persona desconocida, lo que sirve como filtro y preparación personal.
En estas comunicaciones privadas pueden darse intercambios de mensajes o imágenes de contenido sexual (sexting). Además, la distancia que aporta el mundo virtual da sensación de seguridad, frente a la posible experiencia de vulnerabilidad en el contacto físico. En estas redes pueden ensayar con distintas identidades virtuales (la mayoría tiene más de un perfil en la misma App), poner en juego diferentes estrategias y juegos de seducción y aprender a regular su mundo afectivo-sexual.
Otro aspecto a tener en cuenta es el tipo de contenido que se publica y, es que, con frecuencia se encuentran actividades, retos, poses o movimientos eróticos o sugerentes que llamen la atención de potenciales parejas. Esta erotización del contenido, muchas veces realizado por menores de edad, puede encontrarse también en chats y streamings (retransmisión en directo de una partida) de videojuegos. Incluso, pudiendo llegar a resultar pseudopornográficas las escenas emitidas.
En ocasiones ocurre que este contenido no es erotizado de manera consciente por su protagonista, sino que se da por imitación de otras personas influyentes que tienen éxito en la red. Lo cual puede exponer al adolescente (especialmente a chicas) a un abuso por parte de quien sí lo ve sexualizado; más grave aún es cuando éste es un adulto (grooming). Además, existe el peligro de que el contenido se difunda por la red, perdurando en el tiempo y llegando a multitud de personas desconocidas.
A pesar de estos matices, el contenido que suben los adolescentes, generalmente es intencionado. De hecho, es común ver cómo se dejan llevar por la deseabilidad social y presentan perfiles, identidades virtuales, algo alejados de la realidad o distorsionándola para mostrar características deseables y llamar la atención Sumado a estas redes sociales genéricas, existen otras específicas para flirtear.
Las hay, incluso, diseñadas para menores de edad. Así, podemos encontrar alguna que permite el acceso a partir de los 12 años y cuyos perfiles favorecen el anonimato de los participantes, con los peligros que esto conlleva. Algunas de estas redes específicas se pueden vincular con otras más genéricas y extendidas, con lo que el radio de acción aumenta exponencialmente.
En definitiva…
Las aplicaciones y redes sociales virtuales están haciendo una gran labor para el mantenimiento de las relaciones entre adolescentes, además de ser un campo de ensayo de las relaciones afectivo-sexuales. Aunque también poseen un lado oscuro, que entraña gran variedad de riesgos que pueden afectar a su salud. Por lo que debemos fomentar un uso responsable y conocer bien sus entornos virtuales, además de mostrar confianza y disponibilidad para estar a su lado con los problemas que puedan surgirles.